EL CICLO VITAL

Una mirada femenina del mundo

20/05/2021 / Sin comentarios

“Las emociones... ¡tonterías de mujeres, no hay quién las entienda!”, “Estáis todas locas”, “¡Vaya carácter! ¿Qué pasa, qué estás con la regla?”, “Estas cosas de mujeres mejor dejarlas en la intimidad, no?”, “La sangre de la menstruación ¡Qué asco!”, “¡Uf, la menopausia! qué bajón, ya no vales para nada”, “Con la menopausia se te quitan las ganas de jarana”, “Qué tía tan interesante, aunque es un poco culona”...


Por favor mujeres, levantad la mano aquellas que habéis tenido que oír algunas de estas lindezas a lo largo de vuestra vida.


Si estás leyendo esto, eres mujer y ya no tienes el ciclo menstrual, porque has llegado a la menopausia o te encuentras en otras circunstancias (por ejemplo: una histerectomía, endometriosis, fibromialgia, síndrome de ovario poliquístico, cáncer de mama u otra dolencia relacionada con tu sexualidad), esto es de tu interés.


Si estás leyendo esto y eres hombre: por favor, quédate y ponte cómodo que esto también es de tu incumbencia. Puede que esta información que vas a leer a continuación, cambie radicalmente tu vida y mejore (tal vez) la relación con las mujeres que hay en ella. Tendrás una madre, hermana, mujer, hija, sobrina, tía, compañera de trabajo, jefa… Créeme, necesitamos estar todos en el mismo barco para que esto funcione y unidos encontremos el equilibrio.


De lo que aquí venimos a hablar hoy, es algo tan básico e imprescindible para entender a la mitad de la población mundial, que sus implicaciones en el bienestar físico y emocional de todo el ser humano, está en juego.


Un conocimiento que todos, sí TODOS, deberíamos integrar desde que nacemos: LA NATURALEZA CÍCLICA DE LA VIDA, en general; de LA MUJER, en particular.


Con este tono inicial tan apocalíptico… ¿Por qué esto es tan importante?


Es el ciclo sin fin...


Tener en cuenta que la vida es un ciclo, que comienza en un momento e inexorablemente terminará algún día, es algo incómodo en lo que no solemos pensar a menudo.


La inestimable ayuda de la publicidad y las redes sociales, con su ritmo frenético e inagotables recursos digitales, se posicionan como altavoces de la eterna juventud a la que todos debemos aspirar si queremos “triunfar”.


Con tanto ajetreo mental, tanta prisa por ser eficaces, exitosos, guapos, jóvenes, adinerados y poderosos, se nos olvida el paso del tiempo. No vemos, ni mucho menos aceptamos, que todo está en constante cambio.


Esta falta de consciencia y el estrés asociado que se produce al vivir in extremis, bajo un estado de alerta constante, es como tener el coche en marcha y con el acelerador pisado hasta el fondo constantemente. Al final la máquina se acaba quemando...


Ahora, enfoquemos esta ausencia de atención hacia la salud de la mujer.

Parémonos un momento (todo un lujo en los tiempos que corren), observemos de qué forma no tener en cuenta los cambios mensuales de ciclo, con el embarazo o en la madurez, tiene consecuencias devastadoras para la salud, las relaciones sociales, culturales, laborales, económicas y ecológicas, de TODAS las personas.



Las ideas matan antes de que el cuerpo muera


Lo vemos reflejado no solo a través de estudios científicos y sesudas estadísticas.


Lo vemos a nuestro alrededor, día a día: todos y todas conocemos a alguna mujer cercana (si es que no lo estamos viviendo en carne propia) que tiene problemas de fertilidad, inflamación, trastornos hormonales, baja por depresión y/o ansiedad, enfermedades inflamatorias inmunomediadas, casos de endometriosis, estrés asociado a la carga mental para lidiar con las tareas domésticas y el desarrollo profesional.


*Aquí un artículo sobre la brecha de género en el diagnóstico de enfermedades crónicas 


Paralelamente, contemplamos en los hombres el profundo desconcierto ante los mensajes contradictorios sobre lo que es la masculinidad, “ser un hombre de verdad”, el “no poder demostrar sus emociones" porque le hace un ser frágil y vulnerable o el tener que lidiar con el papel de salvador que se le ha adjudicado. Ellos también se ven afectados por este sistema de organización.


Todas estas situaciones, nos demuestran de qué forma las creencias sobre los roles que desempeñamos hombres y mujeres en la sociedad desde hace demasiado tiempo, están haciendo estragos en nuestra salud. 


Resumiendo: los mensajes que venimos asimilando en la conciencia colectiva desde hace algo más de 5.000 años sobre qué es ser mujer o qué es ser hombre, no sirven.

Nuestros cuerpos están pidiendo a gritos y llamando nuestra atención, en forma de enfermedades, para que dejemos de ir en contra de la naturaleza y nos pongamos a su favor. Por si aún no nos hemos dado cuenta, al planeta le está pasando lo mismo.



Una visita a los ancestros: ¿Qué es natural?


Tomémonos un momento para observar todo lo que nos rodea, todo lo que conocemos, la misma existencia.

Todo se manifiesta en un ciclo de: inicio (nacimiento), desarrollo, madurez y fin (muerte).


El ciclo día y noche, las estaciones (primavera-verano-otoño-invierno), las fases de la luna (creciente-llena-menguante-nueva), los ciclos sísmicos, las tormentas, la respiración (inhalación-exhalación), los latidos del corazón (sístole-diástole), el ciclo menstrual (fase preovulatoria-ovulatoria-premenstrual-menstrual), el ciclo vital… 


Empieza en un momento, crece, madura y se termina.

En las culturas ancestrales hombres y mujeres vivían en un fluído equilibrio de poder.

El poder de la energía femenina era sumamente respetado y venerado. La conexión y la cercanía con el entorno natural, facilitaba que toda la tribu necesitase cuidar y entender a sus mujeres, a sus compañeras, que vivían en sintonía con los ritmos naturales de fertilidad, sangrado, embarazo, madurez… como lo hacía la Tierra que les alimentaba constantemente.

Ellas también cambiaban según en la fase del ciclo menstrual-vital en el que se encontrasen.


Claro que el hombre también cambia, pero nadie puede negar que la mujer vive y experimenta el mundo desde una perspectiva distinta a la del hombre.

Ni peor, ni mejor: sencillamente distinta.

Las mujeres viven en un constante ciclo, marcado por las hormonas.

Entender cómo afecta este ciclo en el cuerpo femenino, es fundamental para una convivencia personal, familiar y social saludable. 


En algún momento de la historia, este comportamiento holístico e integrador de ambos sexos se rompió, otorgando al hombre el poder de acción y decisión en la organización social, económica y cultural.


Desde una mirada antropológica, podríamos fechar esta ruptura con el nacimiento de la escritura, pero esta bonita historia sobre el origen del sistema patriarcal la dejaremos para otro post.


Ahora cojámonos de las manos y viajemos juntos desde nuestros ancestros nómadas, cazadores-recolectores, hasta el modernísimo y desarrollado siglo XXI.



El cuerpo habla lo que la mente calla


Cada vez somos más conscientes de la profunda conexión entre el cuerpo, la mente y las emociones.


Desde la neurociencia y la tecnología, nos están confirmando conocimientos que ya estudiaron hace miles de años en la medicina tradicional china o la medicina ayurvédica de India: los pensamientos crean realidades que se manifiestan en nuestro cuerpo en forma de sensaciones físicas (por ejemplo: el miedo=opresión en el pecho // el enfado o la ira=picor de garganta o sudoración en las manos // la tristeza o la nostalgia=en falta de apetito).


Siendo esto así, cómo se digieren los pensamientos de la índole: Si no soy madre no estoy completa como mujer”- “Puedo con todo” - ”Si no pierdo peso nadie me va a querer” - “Si siento deseo sexual, soy una mala mujer”- “¿Cuidarme? Bastante tengo con cuidar de mi familia”... 


Creencias instauradas desde la más tierna infancia, grabadas a fuego lento en nuestro inconsciente colectivo y sostenidas en el tiempo por la propia cultura social, pueden desembocar en algunas de las enfermedades mencionadas anteriormente.


Nuestro organismo es capaz de hacer frente al estrés de forma muy competente en momentos puntuales, sin duda; pero sostener creencias que entran en conflicto directo con la propia naturaleza, y mantener un estado de alerta permanente, es suicida.


Podríamos responsabilizar de esta situación a la cultura judeocristiana de la que venimos, al juicio del pecado y la culpa, al capitalismo salvaje y su insaciable receta “produce-consume”.


Al final, estamos viviendo sobre una dinámica económica-política-social, lineal y masculina. Lineal porque la meta es “crecer y crecer” en sentido ascendente unidireccional. Sin curvas, sin oscilaciones, sin fluctuaciones… todo recto y para arriba.

Vivimos en un sistema de hombres, creado por hombres, para hombres y mujeres que deben estar al 100% disponibles, motivados y a tope, todos los días, cada día de sus vidas. 


¡Ojo! Este sistema masculino tampoco le hace justicia a los hombres. No asume que los hombres también tienen emociones y necesitan poder expresar su tristeza o su vulnerabilidad, sin ser etiquetados de “llorones”, sin que por ello se vea denostada su valía.


Algunos mensajes que se dicen feministas malinterpretados (o malintencionados) nos presentan un cambio de paradigma social como una oportunidad de ser iguales a los hombres, pero es una igualdad mal entendida.


No somos iguales en cuanto a necesidades fisiológicas. Necesitamos entender cómo cambia el cuerpo de la mujer y su estado emocional en cada fase del ciclo menstrual, cómo varían los tiempos y necesidades con la madurez, cómo nos cambian los ciclos en los que vivimos a todos. No podemos estar disponibles 24/7 como un robot, hay días en los que no estamos para nadie.


Lejos de tomar los cambios como algo catastrófico y contra lo que hay que luchar o combatir (esto ya lo estamos haciendo y las consecuencias del estrés que nos genera están siendo devastadoras), podríamos PARAR un momento, OBSERVAR cuáles son nuestras prioridades, y PODER ofrecernos el CUIDADO que necesitamos en este momento.


El paso del tiempo no se detiene.


El envejecimiento es imparable.


TOMAR CONSCIENCIA de ello, tal vez, nos abra la oportunidad de recorrer el ciclo vital de una manera menos destructiva, para con nosotros mismos, con los demás y el entorno que nos sostiene. Teniendo esto en cuenta, podremos construir una sociedad más solidaria, coherente y respetuosa con la propia naturaleza de la que formamos parte todos. 


Desde Vive Tu Cuerpo queremos aportar y facilitar que este cambio sea posible y accesible para todas las personas que así lo sientan.

Llevando a la práctica los conocimientos desarrollados durante estos últimos años en neurociencia, salud femenina y consciencia corporal, hemos elaborado un minucioso y cuidado programa de entrenamiento, diseñado específicamente para aprovechar los innumerables recursos de la condición cíclica femenina.


Mediante distintas prácticas inspiradas en el movimiento consciente, la expresión corporal, el entrenamiento de la fuerza muscular, el equilibrio, la coordinación, la meditación y el cultivo de la atención y la compasión… despertaremos los recursos innatos en cada uno de nosotros para salir del letargo sistemático en el que vivimos.


Tomemos las riendas de nuestra vida.


¡Hagámonos responsables de nuestra propia salud y ciclo vital!


Gracias por tu atención y presencia  :-)


Olga Castañeda.